
La figura más fascinante del criptoanalisis del siglo xix es Charles Babbage, el excéntrico genio británico más conocido por desarrollar el precursor del ordenador moderno. Nació en 1791, hijo de Benjamín Babbage, un rico banquero de Londres. Cuando Charles se casó sin el permiso de su padre perdió el acceso a la fortuna Babbage, pero todavía tenía suficiente dinero para gozar de seguridad económica y vivió como un erudito errante, aplicando su talento a cualquier problema que excitaba su imaginación. Sus inventos incluyen el velocímetro y el avisador de vacas, un aparato que se podía sujetar a la parte delantera de las locomotoras de vapor para apartar a las vacas de las vías del ferrocarril. Desde el punto de vista de los avances científicos, fue el primero en darse cuenta de que la anchura del anillo de un árbol dependía del tiempo que había hecho ese año, y dedujo que era posible determinar los climas pasados estudiando árboles muy antiguos. También se sentía fascinado por la estadística, y para divertirse trazó una sene de tablas de mortalidad, una herramienta básica para las compañías de seguros actuales. Babbage no se limitó a abordar problemas científicos y de ingeniería.
El coste de enviar una carta dependía de la distancia que tenía que viajar dicha carta, pero Babbage señaló que el coste del trabajo requerido para calcular el precio de cada carta era superior al coste del franqueo. Por eso, propuso el sistema que todavía utilizamos hoy día: un precio único para todas las cartas, independientemente de en qué parte del país viva el destinatario. También le interesaban la política y los temas sociales, y hacia el final de su vida comenzó una campaña para deshacerse de los organilleros y de los músicos callejeros que deambulaban por Londres. Se quejó de que la música «a menudo da lugar a un baile de golfillos harapientos, y a veces de hombres medio embriagados, que en ocasiones acompañaban el ruido con sus propias voces disonantes. Otro grupo muy partidario de la música callejera es el de las mujeres de virtud elástica y tendencias cosmopolitas, a las que ofrece una excusa decente para exhibir sus fascinaciones en sus ventanas abiertas». Por desgracia para Babbage, los músicos se defendieron reuniéndose en grandes grupos en torno a su casa y tocando lo más fuerte que podían.
El momento decisivo de la vida científica de Babbage llegó en 1821, cuando él y el astrónomo John Herschel examinaron una serie de tablas matemáticas, de las que se usan como base para los cálculos de astronomía, ingeniería y navegación. Los dos hombres se sentían indignados por la cantidad de errores que había en las tablas, que a su vez generarían fallos en cálculos importantes. Una serie de tablas, las Efemérides náuticas para encontrar la latitud y la longitud en el mar, contenía más de mil errores. De hecho, se culpaba a las tablas defectuosas de causar muchos naufragios y desastres de ingeniería. Estas tablas matemáticas se calculaban a mano, y los errores eran simplemente el resultado de errores humanos.
Mientras la mayoría de los criptoanalistas habían abandonado toda esperanza de llegar a descifrar la cifra Vigenére, a Babbage le animó a intentar el desciframiento un intercambio de cartas con John Hall Brock Thwaites, un dentista de Bristol con un concepto bastante inocente de las cifras. En 1854, Thwaites afirmó haber inventado una nueva cifra, que, en realidad, era equivalente a la cifra Vigenére.
Escribió al Journal of the Society ofArts con la intención de patentar su idea, por lo visto sin darse cuenta de que llegaba con varios siglos de retraso. Babbage escribió a esa sociedad señalando que «la cifra... es muy antigua, y aparece en la mayoría de los libros». Thwaites no ofreció ningún tipo de disculpas y desafió a Babbage a descifrar su cifra. Que fuera o no descifrable no tenía nada que ver con el hecho de si era nueva o no, pero la curiosidad de Babbage se excitó lo suficiente como para embarcarse en la búsqueda de un punto débil en la cifra Vigenére. Descifrar una cifra difícil es similar a escalar la cara muy escarpada de un acantilado. El criptoanalista busca cualquier resquicio o arista que pudiera proveer el más ligero apoyo. En una cifra monoalfabética, el criptoanalista se agarrará a la frecuencia de las letras, porque las letras más corrientes —en inglés, la e, la t y la a— destacarán no importa cómo hayan sido escondidas. En la poli alfabética cifra Vigenére, las frecuencias están mucho más equilibradas, porque se usa la palabra cifra para cambiar entre diferentes alfabetos cifrados. Por eso, a primera vista, la roca parece perfectamente lisa.
Fuente: SINGH, Simon. (2000) «Los códigos secretos». Debate
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